EL VALOR DE UNA MUJER

Son anónimas, discriminadas, maltratadas e incluso asesinadas; pero encontramos a mujeres que debido a su excepcional valor y desprendimiento, hacen historia y destierran el olvido. Me referiré a una mujer anónima en este día que se celebra el DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER; no pretende ser esto algo parecido a un homenaje a ella, pues ello devendría poner al género como algo excepcional, ya que ambos, mujeres y hombres son dignos de mención cuando hacen algo por los derechos humanos, es sencillamente es un reconocimiento al valor demostrado por una mujer cuya efigie hoy se levanta en una ciudad de nuestra patria en mérito a su acción.
Lo más probable es que pocos puedan identificar como un suceso histórico necesario de ser recordado lo que se vivió en su comunidad durante los años de violencia, pero es bueno darlo a conocer.
Silveria, una de tantas mujeres anónimas que en la historia de su comunidad queda registrada gracias a la fuerza que le otorga la memoria colectiva dentro de su entorne de reivindicación y lucha.
En Huayllacancha las balas sonaban, el tiempo nublado y en el camino podía verse un grupo de militares de asalto a mano de un superior; los comuneros se defendían con palos y hondas, mientras las mujeres caminaban con sus hijos en la espalda, los militares a caballo iban detrás de ellas. Entre todas esas mujeres, Silveria con sus dedos en pedazos; de un balazo le sacaron las manos cuando se agarraba de un poste para no dejarse llevar por los militares; le pegaron, la maltrataron, pero no quiso salir, como no se rompía aunque la jalaran, le dispararon en el estómago; le destrozaron las vísceras, así destrozada, la llevaron al hospital Esperanza, ensangrentada. Silveria murió en el momento en que le realizaban la operación; no la pudieron salvar estaba destrozada. Silveria murió el 2 de mayo del 80. Cuando los comuneros de Rancas se enfrentaron con un contingente policial que los superaba en número, habían tomado posesión de las tierras que por derecho les pertenecían. Lo vivido aquel día y la desaparición junto a Silverio huaman se relata en su comunidad con tanta pasión e indignación como si ello hubiera ocurrido ayer.
Silveria fue una madre de familia cansada de abusos y decidida a hacer respetar sus derechos como mujer y comunera; cierto día Silveria llegó a la casa de su hermano y entre lágrimas le dijo:”papá, ayer me ha pegado Donora” (administrador de la hacienda Pacoyán) esa mañana las vacas que cuidaba Silveria habían pasado el cerco en busca de pasto y ella había pasado a recogerlas. Ahí no más apareció el gringo a caballo y al verla bajó de su caballo y la agarró a puntapiés. A partir del recuerdo y la resistencia al olvido, la memoria documenta, selecciona y transmite mediante la oralidad, estos sucesos. Así en Rancas, generación tras generación se han ido enterando de la masacre de huayllacancha, una de las tantas luchas que no ha sido recogida ni reconocida por la historia oficial.