miércoles, 26 de noviembre de 2008




INTERROGANTES

Qué tan vastos son tus pensamientos, interrógate; ¿constituye eso una interrogante? Interrogan, ¿tiene la primavera confines? ¿De qué primavera se trata? Cierra los ojos y oye las respuestas, cierra los ojos y ábrelos, no encontrarás nada. Todo es como la piedra del principio, como el principio de la piedra, como al principio, piedra
AFRIKITA
contra piedra. Has que tus pensamientos maduren hasta ser fruto, el fruto madura hasta ser sol el sol madura hasta ser persona, la persona madura hasta ser astro.
Tus pensamientos se reparten en tantas luces que las calles, los árboles, las montañas, se despliegan en olas y tus ojos desnudan tus pensamientos desnudos y en ellos se afila el instante dichoso en un solo cuerpo. ¡Que tan vastos son tus pensamientos¡ que las interrogantes hacen arder los nombres que eran tus atavíos y no dejan nada sino un alto sonido

sábado, 22 de noviembre de 2008




SUEÑOS
Sabes peke, después de doce horas aproximadamente de estar durmiendo, me levanté con los ojos girando en el centro de un cuarto negro en donde todo duerme con ese dormir final y desamparado, un sueño obtuso de objetos entregados a su pesadez inanimada, sin calor de mano que lo acaricie. Mis ojos palpan el ropero, la silla, la mesa, son objetos que me deben parte de la vida, pero que mirándome apenas, se niegan a reconocerlo y no desean compartir conmigo estos minutos; me quedo entonces quieto en medio de una gran explanada que arroja sombras recordándome que no soy inmortal. Hoy es otro día, estoy vivo, pero no estoy aquí donde señalo, nunca me he movido de este instante. Estoy en la plaza donde se tienden capas ilusorias de toreros enlutados que envisten a los toros, y cuando están a punto de matarlos, siempre hay alguien que llega al quite.
Los toros embisten nuevamente bajo la rechifla de unos labios inmensos que ocupan todos los tendidos; nunca se acaba de matar a los toros y nunca acabo de ser arrastrado por las mulas de hocico triste que dan vueltas y vueltas al ruedo bajo el viento frío de esos silbidos que decapitan la tarde. Me incorporo, apenas son las diez de la mañana.